El serano

En este ensayo el autor ahonda en varios temas. La comunicación abierta y permanente es la base que sustenta las relaciones humanas más auténticas. Esto es válido para el amor y la amistad, pero también para la vida pública y colectiva. En el humilde serano o en los simposios de alto voltaje intelectual, ser receptivo a concepciones y valoraciones ajenas no es simple cuestión de cortesía. Enriquecen tu reflexión y la ayudan a crecer. En el roce con los demás, vivos o muertos, antiguos o modernos, famosos o anónimos, nuestro pensamiento evoluciona, se afina y prolifera. 

Por doquier impera la simulación y, para mantener hinchada la burbuja, se echa mano de la más letal de las armas de destrucción intelectual: la simplificación. Se hace acuciante utilizar el freno de emergencia, pues nos deslizamos, tranquilos y confiados, hacia el abismo. En lugar de obstinarnos en debatir sobre la crisis de la razón, quizá sería provechoso empezar a darles vueltas a las razones de la crisis. Y a partir de ahí, articular un saber y un lenguaje capaces de proponer nuevos horizontes de sentido. 

El camino a seguir pasa por ir recuperando la realidad que se nos ha robado. Existimos, durante un fogonazo a escala cósmica, pero lo suficiente para entender que la vida merece la pena. Tener presente lo frágil y precario de nuestro ser no quita, antes bien pone al disfrute de la belleza de cuanto nos rodea.